¡No te atiborres de responsabilidad!

Por Arantza Rios
Especialmente dedicado a aquellas personas que sufren por exceso de responsabilidad. En muchos casos, su excesiva entrega les lleva a soportar además de sus problemas, los de sus amigos, sus compañeros de trabajo, sus familiares, sus colaboradores, sus jefes, etc. He conocido casos de personas con este comportamiento que les ha llevado a una situación de stress, que a su vez ha desencadenado enfermedades importantes. A todos ellos, les sugiero que prueban a compartir sus problemas.

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“¡Qué bueno es tener un jefe!” me comentaba el otro día una persona durante un proceso de coaching y continuó diciéndome: “aquella noche me fui a dormir muy preocupado por la dificultad que suponía una actividad que tenía que hacer al día siguiente. Al levantarme pensé: ¿para qué tengo a mi jefe? , voy a compartir con él mi preocupación. Así que, en cuanto entré en la oficina, lo primero que hice es ir directamente a hablar con él. Después de la conversación con mí jefe, me sentí escuchado, comprendido y con más confianza y nuevas aportaciones para asumir la tarea”.  “Yo solo no hubiese podido”, me comentó este cliente.

Atrévete a compartir tus problemas de trabajo con tu jefe o con tus compañeros. Ábrete a tu familia, a tus amigos, a tus hijos y descubrirás con cualquiera de ellos otras perspectivas, que por tu cuenta, no eres capaz de ver. Esto es como una carrera de fondo: “Si corres solo corres más rápido pero si corres en compañía, llegas más lejos”.

Te sorprenderás de que, en general, a todo el mundo le gustará ayudarte pero para ello, tienes que dejar un hueco. Resérvate un espacio para recibir, no lo absorbas todo tú. De esta manera, compartirás tus preocupaciones, aligerarás tu mochila y verás como el viaje resulta más cómodo y más completo.

 

Coaching

Atrévete, no tienes nada que perder

Por Arantza Ríos

A muchas personas nos cuesta mucho pedir aquello que deseamos o necesitamos. Pensamos que los que nos conocen (nuestros jefes, compañeros, amigos, etc.) van a saber qué necesidades tenemos y nos las van a satisfacer porque nos aprecian, pero desafortunadamente esto no funciona así. En muchas ocasiones, no conseguimos lo que necesitamos pero no porque no quieran dárnoslos, sino porque ni siquiera saben que queremos algo.

Atreverse-al-futuro

Las peticiones nos las decimos a nosotros mismos, pero no se lo decimos a nadie más, por lo que no les damos la opción de complacernos.

Entonces, ¿qué tenemos que hacer para que la gente sepa lo que queremos? Lo primero de todo pedirlo. Pidiendo las cosas que uno desea no tienes nada que perder y sí, mucho que ganar. Veámoslo con un ejemplo. Un ejecutivo estaba deseando realizar un máster y no se atrevía a pedírselo a su jefe. Pensaba que le iba a responder a su petición con argumentos tales como “que ahora no es el momento”, “hay otras personas en el departamento que también van a querer hacerlo”, “estamos en época de recortes”, etc. Sin embargo, se atrevió, se lo pidió a su jefe, argumentándole los motivos que le movían a realizar ese máster y los beneficios que supondrían tanto para él como para la compañía y cuál fue su sorpresa, cuándo su jefe le respondió: ¿por qué no? Vamos a intentarlo, lo voy a proponer en el Comité.

Cuándo pides, pueden pasar dos cosas: que te digan que sí o que te digan que no. Si te dicen que sí, sales ganando respecto a tu situación inicial, y si te dicen que no, te quedas exactamente en la misma posición. Por lo tanto, atrévete, y pide. Eso sí, prepárate bien las razones y argumentos que sostienen tu petición.

A continuación, te muestro un ejemplo de cómo una persona le pide un cambio de comportamiento a su jefe, de forma eficaz, por sus reiterados retrasos a las reuniones:

“CUANDO TÚ llegas tarde a las reuniones, YO ME SIENTO defraudado. NECESITO sentirme valorado. Por ello, TE PIDO por favor que llegues pronto a las reuniones”.

En esta petición es clave, los aspectos señalados en negrita:

  1. Indicar objetivamente lo que el otro hace, debe de tratarse de un hecho observable, nunca de una impresión personal nuestra.
  2. Explicar brevemente como tú te sientes (triste, decepcionado, rabioso, etc., habla de tus emociones)
  3. Indicar la necesidad que necesitas cubrir, esto es muy importante para que el otro entienda para qué necesitas ese cambio.
  4. Realizar la petición de cambio

Verás que si utilizas esta técnica, obtendrás buenos resultados en tus peticiones.

Coaching

Si crees que puedes, ¡puedes!

Victoria Gimeno

Es muy conocido que Henry Ford, fundador de la compañía Ford,  decía tanto si crees que puedes como si crees que no puedes, estás en lo cierto. Nos podríamos preguntar,  ¿Y por qué estás en lo cierto? Por el poder que tienen tus creencias, aunque tú no seas consciente,  a veces son más poderosas que la realidad.

Las creencias son esas fuerzas que unas veces nos atrapan en una red y no nos dejan actuar, limitándonos, o haciendo que el camino sea muy penoso y lleno de obstáculos; y sin embargo otras veces son esas fuerzas que nos empujan, que nos ayudan, que nos llevan en volandas hacia nuestras metas.

Así pues las creencias afectan a nuestras acciones, a nuestros resultados y a nuestra realidad.

Pero además,  afectan a nuestras percepciones:  sobre nosotros mismos, sobre los demás y sobre las cosas y situaciones. Esto significa que si nos sentimos incapaces de hacer algo, no lo haremos, o si sentimos que los demás son incapaces, no confiaremos en ellos, y si las situaciones nos parecen desagradables se pondrán en marcha nuestras reacciones emocionales e incluso fisiológicas negativas.

Pero las creencias son inevitables, algunas aparecen en nuestra infancia, en nuestra adolescencia, se forjan en nuestros trabajos, en nuestras relaciones de amistad y amor. Me viene a la memoria la historia del elefante que cuando era bebé le ataron con una pequeña cuerda a  una pequeña estaca y ahora, ya grande y poderoso, cree que sigue sin poder moverse cuando esa cuerda (que para el es un hilo) rodea su pata. El elefante como nosotros nos ponemos nuestros propios límites, que muchas veces nos han sido impuestos en la infancia.

Pero sean limitantes o potenciadoras, las creencias son necesarias, ya que nos ayudan a explicar el pasado, el presente y prevenir el futuro. En muchas ocasiones, las creencias se refuerzan, tanto las positivas como las negativas,  en el alcance o alejamiento de nuestros objetivos. La buena noticia es que las creencias se pueden elegir.

En este sentido, en los procesos de Coaching trabajamos las creencias que condicionan la forma de actuar y por tanto los resultados de nuestros coachees.  Por supuesto que no son las creencias, las únicas que nos llevan a actuar de una manera, también lo hacen nuestros miedos, valores, principios, experiencias,  genes…, per o si son fuerzas muy poderosas y arraigadas en nosotros que condicionan nuestra propia realidad. Así pues, si yo me encuentro en paro y creo firmemente que por ser mayor de 40 años no voy a tener ninguna opción,  no me moveré de la manera adecuada para cambiar el resultado, y mi realidad será que seguiré en paro. Si por el contrario creo en mí, en mis capacidades, en los logros que he conseguido, estar en paro será una oportunidad para buscar un mejor trabajo que el que tenía o auto emplearme.

En este sentido, los coaches tenemos que desarticular  las creencias que nos limitan, cambiarlas por otras que nos potencien, hacer que nuestros coachees se hablen de otra manera, que busquen otros significados, que miren diferente, en definitiva cambiar el observador que somos, nuestros resultados y nuestra realidad.

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