Por Victoria Gimeno
Olvídate, no tienes el poder de hacer feliz o infeliz a alguien. La felicidad depende de cada uno, por mucho que te empeñes, aunque regales una rosa a tu chica o le compres un coche, su felicidad no la construyes tú.
Por Victoria Gimeno
Olvídate, no tienes el poder de hacer feliz o infeliz a alguien. La felicidad depende de cada uno, por mucho que te empeñes, aunque regales una rosa a tu chica o le compres un coche, su felicidad no la construyes tú.
Victoria Gimeno
Cuantas veces escuchamos, debería dejar de fumar, debería ponerme a dieta o debería cambiar esta situación. Estos son los malditos “debería” y “tendría” con los que pretendemos cambiar algo de nuestra vida, sabiendo que tenemos que hacerlo, pero partiendo de una cierta resistencia a hacerlo, que puede ser porque es una imposición, o porque en el fondo nos da pereza o miedo. En definitiva, sé tengo que hacerlo pero al mismo tiempo no quiero.
Estos “debería”, son muy perjudiciales, ya que nos llevan a no hacer lo que es bueno que hagamos. Si esto sucede, nos vamos a sentir mal con nosotros mismos. Sentirnos mal con nosotros mismos es sufrir, es sentirnos culpables, tener stress y bajar nuestra aceptación o autoestima.
Para realizar cualquier cambio en nuestra conducta o en nuestra vida, es muy importante que sea una elección nuestra y no una imposición. Eso significa que tenemos que preguntarnos, ¿para que lo vamos a hacer? Y/o ¿para qué no lo vamos a hacer? Indaguemos en ello, para darnos una justificación tanto para hacerlo como para no hacerlo, de forma que la decisión sea nuestra y nos lleve a hablarnos de otra manera.
Si decimos debería hacer dieta y nos preguntamos ¿para qué lo vamos a hacer? Y la respuesta es para gustar, y llegamos a la conclusión de que eso es algo imprescindible en nuestra vida, cambiemos nuestro diálogo interior y digamos “voy a hacer dieta”, vayamos a un médico y empecemos ya, cuanto antes.
Si nos preguntamos para qué no voy a hacer dieta, y la respuesta es que nos encanta comer mucho más que gustar, entonces dejemos “el debería” y digamos “no voy a hacer dieta porque no voy a renunciar a comer lo que más me gusta del mundo”.
El lenguaje, hemos dicho muchas veces en este blog, no es inocente, es muy poderoso y crea nuestra realidad, depende de cómo nos hablemos actuaremos. Demos una patada a los “debería”, “tendría”,” habría”,… porque todos estos no nos llevan a ninguna parte, más que a la infelicidad. Si nos damos mensajes de estímulo a nosotros mismos eliminaremos la divergencia entre lo que sabemos que nos conviene y lo que tenemos que hacer.
Usemos un lenguaje que nos lleve a la acción.
He tenido un coachee que sabía que tenía que aprobar, y siempre me decía que “debería estudiar”, al final utilizaba “el debería” porque por un lado tenía la obligación impuesta por sus padres de hacerlo, así que no era su propia elección y por otra parte, era el miedo a no ser capaz de aprobar. Justificándose en “el debería estudiar” lógicamente no conseguía el resultado de aprobar y si en cambio conseguía padecer los sentimientos de culpabilidad y baja autoestima que he descrito antes.
Te propongo que no te auto justifiques, que seas sincero contigo mismo y que saques “los debería” de tu vida.
Por Victoria Gimeno
“He llegado tarde porque me han pillado todos los semáforos en rojo”, “me tienen manía y por eso he suspendido”, “me han despedido por la crisis”, “es un pelota y por eso le han ascendido”, “con tanto paro no es el momento para ponerme a buscar trabajo”, “Con la experiencia que yo tengo no voy a encontrar nada”, “A mi edad a dónde voy”, ¿te suena aluna de estas frases?
Estas son algunas de las explicaciones que se dan las víctimas. Son los demás, o las circunstancias, los culpables de lo que les pasa y también de sus emociones. En definitiva, ellos no pueden actuar para cambiar y mejorar su situación porque lo que les sucede depende de factores ajenos a ellos, y por tanto se declaran inocentes, quedando exentos de cualquier responsabilidad.
Pues bien, a corto plazo culpar a los demás o a nuestro entorno de lo que nos sucede y por tanto ponerlo fuera de nuestro control, puede tener algún efecto positivo como quitarnos ansiedad y aliviar el dolor, pero cuidado, el victimismo puede crear adicción y en el medio plazo renunciar a la posibilidad de cambiar las cosas es recorrer el camino hacia la infelicidad, al aislamiento, falta de credibilidad, resentimiento, es cerrar las puertas a una vida mejor, a llevar tus propias riendas, perder el poder de decidir sobre ti mismo y tu capacidad de acción y por tanto anular cualquier posibilidad de solución. Además, si esto no te parece suficiente, te lleva a no aprender, sobre todo aprender de tus errores y no ver nuevas posibilidades, en definitiva, bloquea el camino del crecimiento y desarrollo personal además de profesional.
Cuando los Coaches encontramos detrás de nuestro coachee a una víctima, le hacemos tomar conciencia de las causas que han generado que él se considere una víctima y que se sienta incapaz de afrontar un problema, solo cuando es capaz de mirar como otro observador su situación, cuando es capaz de encontrar y entender otros puntos de vista, se produce su transformación personal y es capaz de buscar soluciones y actuar y de esa forma cambiar su realidad.
Si te has identificado con este post y mantienes una actitud de víctima, cuida tu lenguaje, deja de justificarte y quejarte, no te des explicaciones que te impidan actuar y mírate como si no fueses tu, sino como si fueses otro, asume tu responsabilidad, aunque no la tengas toda, comprobarás que algo tendrás tu que ver. Y recuerda, si no formas parte del problema no formas parte de la solución.