No reconocer desmotiva y baja la autoestima

Practica el reconocimiento

Los efectos beneficiosos del reconocimiento

Por Victoria Gimeno

Pero, ¿qué te cuesta decir “¡bien hecho!” cuando está bien hecho?

Hay algunas situaciones que me dejan atónita, un ejemplo de ello, es el del niño que llega a casa con unas notas excelentes y su  padre,  después de someterlas a un escrutinio, responde con cara de queja: “¡tenías que haber sacado más de un 9 de media, no un 8,5!”.

Esto que puede suceder en la infancia, sucede a todas las edades y en todas las circunstancias.

En las empresas muchos jefes y compañeros no reconocen la inapreciable ayuda que otros les brindan. Y no estoy hablando de recompensas, ni de más sueldo ni de más vacaciones, sino de reconocer el trabajo de los demás. En definitiva agradecerlo.

Esta política, que desgraciadamente muchos practican, puede suponer en muchos individuos una desmotivación total y una insatisfacción plena, y en muchos casos, salvo que la persona tenga una gran confianza en sí mismo, una reducción de su autoestima.

Algo que es tan simple como decir “gracias, qué bien lo has hecho”, o la pura verdad “sin ti no lo habríamos conseguido”, tiene unos efectos muy positivos en las personas, que además se van acumulando a largo plazo.

Cuando veo que mis coachees se sienten reconocidos en sus empresas, en general no quieren cambiarse de trabajo, pero cuando no se sienten valorados, para no entrar en la espiral de la baja autoestima, siempre me dicen que quieren cambiar de trabajoSu fidelidad hacia la empresa es cero.

Quiero pedirte hoy, si no lo haces, que ensayes el reconocimiento, ojo no el halago, que lo practiques en todos tus ámbitos, que reconozcas a tus padres, maridos, mujeres, novios, novias, hijos, hijas, compañeros, jefes, empleados y amigos. Cuesta muy poco, pero los efectos son multiplicadores. Hagamos que los demás sean más felices.  Siempre hay alguien y algo que reconocer. ¿Qué te cuesta decir “¡bien hecho!” cuando está bien hecho?

Coaching
Cuando la angustia no nos deja vivir y encima no depende de nosotros

Cuando la ansiedad la genera una tercera persona

O cuando la angustia no nos deja vivir y encima no depende de nosotros

Por Victoria Gimeno

A veces, me encuentro con personas que sufren una ansiedad terrible casi siempre producida por diferentes situaciones generadas por terceras personas, un jefe, un padre, un hijo, un marido, …. Es una  ansiedad que, básicamente, les impide actuar y además les genera una serie de reacciones fisiológicas que afectan negativamente a su salud.

Coaching
Mobbing, acoso laboral, bajar la autoestima

El acoso laboral, ¿un delito?

Bajar la autoestima destruye a las personas

Por Victoria Gimeno

Muchas veces repito que bajar la autoestima de cualquier persona es un delito por el que se debería ir a la cárcel. Las secuelas que deja este hecho, en definitiva un maltrato, son muy difíciles de superar.

Coaching

No dejes que tus emociones te amarguen el día

Por Victoria Gimeno

El lenguaje tiene una fuerza muy grande, es como una piedra que se tira a un lago y salen ondas expansivas, mucho más allá del lugar donde ha caído.

Tanto lo que nos dicen los demás como lo que pensamos y nos decimos a nosotros mismos en nuestras conversaciones interiores, desata nuestras emociones que podríamos definir como reacciones psicofisiológicas. Así pues, si nuestro jefe nos dice que algo que pensábamos que nos había salido bien, ha sido un fracaso, reaccionaremos con angustia, enfado o tristeza; y si, aunque nadie nos lo diga, pensamos que no hemos hecho bien un trabajo, tendremos probablemente las mismas emociones.

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Las emociones, no solo pueden ser disfuncionales o negativas, como la ira, el temor, angustia, rencor, tristeza, celos, odio…; sino también pueden ser funcionales y positivas, como la alegría, felicidad, amor, plenitud, abundancia, serenidad, gratitud… Pero además son efímeras, aunque si no cambiamos la emoción en el caso de las negativas, podemos convertirlas en crónicas y que acaben siendo un estado de ánimo y lo que es peor una enfermedad. Por ejemplo si lo que nos dicen y/o lo que nos decimos a nosotros mismos, nos lleva a la tristeza y no nos apartamos de ella, sino que seguimos en esa emoción, podemos acabar en una enfermedad como la depresión, que es un estado de ánimo y como tal se vive en él de manera permanente. Las emociones no se eligen, son mecanismos de adaptación, pero lo que si se elige es continuar en la emoción.

Por eso, cuando tengo una emoción negativa, tengo que definirla, ponerle nombre, etiquetarla, hablarme a mí mismo sobre su procedencia, darme, también a mí mismo, un feedback en lenguaje positivo, elegir si quiero estar bien y cambiarla, valorar todo lo que tengo con gratitud, utilizar la empatía , ponerla en un contexto más amplio.. . y con aprendizaje. Además, siendo consciente de que si nuestras emociones negativas tienen su origen en otra persona, en nada pueden afectarle, a lo sumo pueden incomodarle, pero a los que si afectan es a nosotros mismos.

Es curioso, los seres humanos nos focalizamos en lo negativo y nos olvidamos de todo lo demás, por eso hacemos tan grandes los pequeños problemas.

Afortunadamente las emociones nos permiten también abrazarnos, decir te quiero, desearte un buen día y expresar nuestro agradecimiento.

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