Por Victoria Gimeno
El lenguaje tiene una fuerza muy grande, es como una piedra que se tira a un lago y salen ondas expansivas, mucho más allá del lugar donde ha caído.
Tanto lo que nos dicen los demás como lo que pensamos y nos decimos a nosotros mismos en nuestras conversaciones interiores, desata nuestras emociones que podríamos definir como reacciones psicofisiológicas. Así pues, si nuestro jefe nos dice que algo que pensábamos que nos había salido bien, ha sido un fracaso, reaccionaremos con angustia, enfado o tristeza; y si, aunque nadie nos lo diga, pensamos que no hemos hecho bien un trabajo, tendremos probablemente las mismas emociones.

Las emociones, no solo pueden ser disfuncionales o negativas, como la ira, el temor, angustia, rencor, tristeza, celos, odio…; sino también pueden ser funcionales y positivas, como la alegría, felicidad, amor, plenitud, abundancia, serenidad, gratitud… Pero además son efímeras, aunque si no cambiamos la emoción en el caso de las negativas, podemos convertirlas en crónicas y que acaben siendo un estado de ánimo y lo que es peor una enfermedad. Por ejemplo si lo que nos dicen y/o lo que nos decimos a nosotros mismos, nos lleva a la tristeza y no nos apartamos de ella, sino que seguimos en esa emoción, podemos acabar en una enfermedad como la depresión, que es un estado de ánimo y como tal se vive en él de manera permanente. Las emociones no se eligen, son mecanismos de adaptación, pero lo que si se elige es continuar en la emoción.
Por eso, cuando tengo una emoción negativa, tengo que definirla, ponerle nombre, etiquetarla, hablarme a mí mismo sobre su procedencia, darme, también a mí mismo, un feedback en lenguaje positivo, elegir si quiero estar bien y cambiarla, valorar todo lo que tengo con gratitud, utilizar la empatía , ponerla en un contexto más amplio.. . y con aprendizaje. Además, siendo consciente de que si nuestras emociones negativas tienen su origen en otra persona, en nada pueden afectarle, a lo sumo pueden incomodarle, pero a los que si afectan es a nosotros mismos.
Es curioso, los seres humanos nos focalizamos en lo negativo y nos olvidamos de todo lo demás, por eso hacemos tan grandes los pequeños problemas.
Afortunadamente las emociones nos permiten también abrazarnos, decir te quiero, desearte un buen día y expresar nuestro agradecimiento.
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