Situación que puede ser objeto de un proceso de coaching
Por Arantza Ríos
En un mes me prejubilan, dijo mi marido al llegar a casa.
La primera reacción es entrar en estado de shock, por algo que no esperas.
Después, te sobreviene el susto económico: ¿podré hacer frente a todos los gastos con la nueva situación financiera?
A continuación, la decepción: tú que creías en las personas, que te ves joven y con mucha experiencia, que te has dejado la vida en tu empresa. Todos sabemos que cuando a las compañías no les salen los números, las decisiones pasan a ser cuantitativas (“hay que reducir el gasto de personal en un x porciento”) y las personas, no digo que no se valoren, pero importan menos.
Por último, te das cuenta que no puedes hacer nada, por lo que dadas las circunstancias, lo mejor es aceptarlo y empezar a ver la parte positiva.
Y la parte buena es que ahora eres dueño de tu tiempo. ¿Y qué me permite esto?:
- Dedicarme más a mis hijos, que todavía están en una edad que me necesitan.
- Asumir parte de las tareas que ahora realiza mi mujer y así ella estará menos estresada.
- Ver más a mis amigos, que hasta ahora nunca encontraba tiempo para estar con ellos.
- Hacer más deporte. Ahora sólo podía jugar una vez a la semana al pádel y además, podré hacerlo más barato porque conseguiré plaza en el polideportivo municipal.
- Aprender a cocinar. Aunque no sé, siempre me ha gustado. Haré un curso de cocina que me estimule y cocinaré para mi familia y mis amigos.
- Adoptar a Pepa, una perra que hemos apadrinado durante varios años y que antes nos resultaba complicado tenerla con nosotros.
Y poco a poco su estado de ánimo ha ido cambiando.
El otro día, al terminar de hacer su maleta para las vacaciones, dijo: “me voy a coger mi libro de coaching, que puede que me anime y vuelva a hacerlo”.
A mí, me preocupa cómo se va a sentir cuando deje de trabajar, pero lo que más me preocupa es cómo se vive una vida a dos velocidades. Nunca antes se nos ha dado esta situación. Además, ambos hemos tenido siempre trabajos muy demandantes. Me da miedo que ahora no entienda que a veces llego tarde a casa, porque estoy trabajando, o que estoy estresada o nerviosa o cansada. Será algo que tendremos que ir viviendo y trabajando juntos.
Egoístamente, pienso que para la familia es muy positivo que él esté en casa. Mis hijos están muy contentos porque su padre va a estar más tiempo con ellos. Creo que nos va a aportar tranquilidad y estabilidad emocional.
De lo que más me alegro es de hay un Plan B, aunque él aún no sea consciente de ello. Es muy buen coach y cuando se sienta con ganas, podrá reiniciar esta actividad, que comenzó y compaginó durante una época con su trabajo, pero lo tuvo que dejar por falta de tiempo.
Y esta vez volvemos de vacaciones de Semana Santa, yo triste, por la vuelta al trabajo, y él menos porque tiene un futuro que afrontar con nuevas ilusiones y ocupaciones. Y lo más importante: ¡con mucho más tiempo!