Por Arantza Ríos
¡Qué fácil es quejarse y que difícil es cambiar!
Constantemente escucho a personas de mi entorno quejarse continuamente de su situación.
He aquí un ejemplo. Se trata de una persona, empresaria, con un negocio muy exitoso, que cada vez que hablo con ella se queja de que está desbordada de trabajo, que llega tardísimo a casa y que se siente muy cansada. El otro día me decía: “no puedo más, resulta que para colmo esta semana ha estado mi madre enferma y he tenido que ocuparme de llevar y traer a mí hija de todas las actividades extraescolares, cosa que hace siempre mi madre; y con el trabajo que tengo, estoy desbordada, no puedo más, me siento fatal”. Entonces le pregunté: ¿y tú que puedes hacer? Y ella me contestó: pues nada. Y seguí preguntándole: ¿y por qué no coges a alguna persona más en la empresa para que te ayude? No, eso no. ¿Y por qué no dices que no a alguno de los nuevos clientes que solicitan tus servicios? No, no puedo hacer eso, ¿Y por qué no estableces algún acuerdo de colaboración con alguna otra empresa o persona? No, tampoco. Y ya le dije, ¿y qué pasaría si te pones enferma y te tienen que hospitalizar? Pues trabajaría desde el hospital. ¿Y si no puedes trabajar? Pues que tendría que cerrar el negocio.
Como podéis ver esta persona no está dispuesta a hacer ningún cambio, pero continúa quejándose día tras día. Está presentando un estado de QUEJA, en el que se resiste a cambiar y se siente víctima de las circunstancias que está viviendo, produciéndose además en ella emociones negativas tales como la rabia, la tristeza, la angustia, etc. Sin embargo, ella no es consciente de que está en ese estado de queja. Ella está criticando una circunstancia que le está afectando, sin más.
Estamos de acuerdo en que si uno no quiere cambiar tiene que asumir las consecuencias que esto tiene en tu vida. En el caso de esta persona podría ser hasta perder su negocio después de tantos años de éxito.
¿Qué podemos hacer cuándo nos encontramos ante este estado?
Lo primero sería darnos cuenta de que estamos en ese estado. Esto es lo que precisamente se hace en un proceso de coaching: ayudar a las personas a que sean consciente de su situación de queja. Y después, tendríamos que averiguar qué es lo que le provoca la queja. Por ejemplo, en este caso, tendríamos que ver si es la falta de apoyo de su madre, el tenerse que ocupar de tareas que haría un tercero, el hecho de estar desbordada, etc.
A continuación preguntarnos: ¿Queremos cambiar esta situación?
Si decidimos que queremos cambiarla, la siguiente pregunta a hacernos sería: ¿Cuál sería tú situación ideal?
En el caso de esta persona la respuesta podría ser: tenerlo todo organizado para casos de emergencia o imprevistos.
Y por último tendríamos que preguntarnos: ¿Qué podemos hacer para llegar a esa situación?
Siguiendo con el ejemplo, le preguntaríamos: ¿Qué puedes hacer para tenerlo todo organizado para casos de emergencia o de imprevistos?
A partir de esta pregunta se abren una serie de alternativas que la persona en cuestión tendría que ir valorando para elegir la mejor de ellas.
Haciendo este ejercicio le habremos ayudado a esta persona por un lado, a que sea consciente de su situación de queja y por otro, a qué vea un abanico de nuevas posibilidades de actuación que hasta entonces no era capaz de ver por sí sólo.
Muy bueno el caso que has desarrollado. Muestra muy bien la ayuda que desde el coaching se puede dar. Enhorabuena.
Los ejemplos aportan mucho en la resolución de conflictos.
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