Por Arantza Ríos
¿Por qué a veces nos sentimos tan pequeños con lo grandes que somos?
A menudo, nos vemos más pequeños de lo que realmente somos. No conocemos al gran personaje que llevamos dentro.
Me llama la atención que personas de éxito -bien en el ámbito profesional o personal- cuando hacen balance de su vida, en la mayoría de las ocasiones, tienen más presente lo no conseguido (la frustración), que lo alcanzado (el éxito).
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Lo que a mí me funciona y quiero compartir con vosotros, es que cuando focalizo mi pensamiento en los logros alcanzados y me los proclamo, si es en voz alta mejor aún, me doy cuenta de mi valía, de todo lo que he conseguido a lo largo de los años -a pesar de las dificultades-; y esto, sin duda, es lo que hace que me sienta más orgullosa de mi misma y más grande.
Si no lo has hecho nunca, te recomiendo que escribas en un papel los dos o tres principales éxitos que has conseguido a lo largo de tu vida (reflexiona sobre esas cosas o hechos de los que te sientas orgulloso), así como de las fortalezas que te han llevado a conseguirlos.
A continuación, repítetelos a ti mismo, en voz alta, y por último, hazte las siguientes preguntas:
- ¿Qué opinión te merece una persona que ha conseguido esos logros y tiene esas fortalezas?
- ¿Te gustaría tenerla en tu equipo, trabajar con ella o conocerla mejor?
Seguramente te darás cuenta de que esa persona es grande por los logros alcanzados y ¿sabes qué?, que ese personaje ¡eres tú!
Y esto, además, forma parte de tu Reputación Profesional, a la que dedica un post Ana Herranz, dentro de este blog.
Es muy necesario recordar los logros, sí. Pero también tener la oportunidad de compartir y hablar sobre los momentos más difíciles,,, para sentirnos, de nuevo, «grandes». Somos el resultado de nuestras narrativas autobiográficas. El caso es que aprendemos a narrar nuestro pasado, la vida, con ayuda de otros: A través de los diálogos co-contruidos, en colaboración, con los más allegados. Nuestros primeros colaboradores son nuestras madres y padres, luego vienen nuestros maestros, luego nuestros iguales -que lo reorganizan todo- y, finalmente, nuestros compañeros de trabajo, Aquellos que han tenido colaboradores que les han ayudado a hablar de los acontecimientos más importantes y de lo que sintieron en esos momentos -especialmente si fueron negativos-, buscando un significado y enseñanza de todo ello, logran desarrollar un autoconcepto más elaborado, más rico y constructivo, según las investigaciones más recientes. Esta forma de aprender a narrar la propia historia no atañe solo a los individuos, sino a las familias, a los grupos de amigos, a las empresas…
Un abrazo grande, grande, para una mujer «grande». ; )
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