Por Arantza Ríos
El otro día, en una comida con amigos, está fue la conversación:
- Te veo mucho mejor, decía el primero amigo.
- Si, el coach, al que fui, he de deciros que sin mucho convencimiento, me ha ayudado mucho, decía el segundo amigo.
- ¿Has ido a un coach? ¿Y eso para qué? Yo nunca me hubiese planteado ir a uno, decía el tercero.
- Pues yo no voy más porqué cuesta dinero, sino…creo que iría mucho más. A todo el mundo le vendría bien tener un coach, decía el primero.
- Yo era de tu misma opinión, decía el segundo amigo, ¿para qué? pero después de las sesiones pienso como tú, que todo el mundo debería probarlo.