Para ser sabio, se humilde
Por Victoria Gimeno
«La humildad es la base y fundamento de todas las virtudes, y que sin ella no hay alguna que lo sea.», Miguel de Cervantes en el Coloquio de los perros.
En el núcleo de la humildad está aceptar nuestras habilidades y talentos sin vanagloriarnos de ellos, así como nuestros defectos y limitaciones. Una persona humilde es opuesta a una soberbia, que es pretenciosa, egoísta e interesada. El humilde se abre al aprendizaje porque reconoce sus errores, limitaciones y deja espacio a las aportaciones de los demás; el soberbio es arrogante, se queda en su realidad pensando que es la única y verdadera, y por tanto se cierra al aprendizaje porque ya lo sabe todo.
El humilde legitima al otro, concediéndole autoridad para opinar y rebatir, en definitiva empodera a los demás y suma resultados , 1+1=3. El humilde escucha, abre espacio a la comunicación, amplía las alternativas, incorpora lo mejor de los demás, generando confianza y simpatía.
El soberbio, resta resultados, no confía en los demás, no motiva ni lidera. En definitiva su suma es 1+1=1 ó 0,5.
El directivo humilde, reconoce que los puntos de vista de los demás pueden ayudarle a tomar mejores decisiones, sabe y reconoce que los otros pueden aportar más que él y genera un contexto en el que fluyen las ideas y todos son parte del proyecto. Pero ojo, hablo de la humildad, no de la falsa modestia, el que practica esta, es un soberbio disfrazado, el que dice en “en mi modesta opinión…”
La humildad se practica, empecemos respetando a los demás, todo el mundo tiene algo que aportar, y todos nosotros tenemos limitaciones, reconocer esto es el primer paso. Reconozcamos que no tenemos porqué tener razón, que aceptar la ignorancia es el camino de la sabiduría. El camino de la humildad genera aliados, el de la soberbia enemigos.
¿Qué camino eliges tú?