Por Arantza Ríos
La protagonista de esta historia se llama Juana. Juana es madre de familia numerosa, tiene un cargo directivo en una empresa y un marido con una gran pasión: la caza. Esta pasión del marido ha producido muchas amarguras a Juana debido a que, en época de caza, durante los fines de semana, su marido salía muy temprano y regresaba el domingo por la tarde. Cuenta Juana que en ocasiones, siendo los niños pequeños, alguno se le ha puesto enfermo, lo ha tenido que llevar al hospital de urgencias y para que los otros no se quedaran solos, ha tenido que pedir a su madre o a alguna amiga que fuera a su casa, para quedarse al cuidado de sus otros hijos hasta que ella regresara. Cuando su marido volvía de caza, ella le reprochaba que la había dejado sola y que además de ocuparse ella de todo, había tenido que arreglárselas pidiendo ayuda a otras personas. Ante esta situación, ella, me explicaba, que se sentía triste, furiosa e insatisfecha de su relación.
Hace algún tiempo coincidí con Juana y le pregunté, entre otras cosas, por su marido y si seguía cazando. Ella me contesto que sí y que había decidido no amargarse más la vida. En este sentido, ella me explicó que se había dado cuenta de que su marido nunca iba a dejar de cazar y de que además, prefería ver feliz a su marido volviendo de caza, que verle malhumorado por no haber ido, a pesar de la carga que esto suponía para ella.
En esta ocasión, Juana vio que podía haber distintas opciones: que su marido cambiara, negociar con él para que él se quedara algunos fines de semana y ella saliese, asumir que sobre este asunto no iba a cambiar, etc. Después de evaluar los pros y los contras de cada alternativa decidió que lo mejor para sentirse bien y para el bienestar de su relación y de su familia, era asumir que su marido no iba a cambiar.
Esta decisión supuso para ella pasar de un estado de RESIGNACIÓN donde Juana se sentía víctima, a la ACEPTACIÓN, una decisión que le permitió “pasar página” y “quitarse una losa” que le hacía sentirse mal. Sin duda, Juana nos ha enseñado una manera de cómo afrontar, de forma responsable y práctica, circunstancias que no están en nuestra mano cambiar.
Cuando una persona está en una situación de RESIGNACIÓN, nuestra labor como coachs, es empujarles hacia la ACEPTACIÓN. Esto le ayudará a liberarse de esa carga y a vivir mejor. No es un proceso sencillo pero vale la pena intentarlo.
Ahora te propongo que te preguntes: ¿tengo algo que ACEPTAR en mi vida?